Adolescencias construyendo redes de protección
Redacción Fululu
Hablar de derechos de las adolescencias significa abrir espacios donde puedan encontrarse, expresarse y fortalecerse para enfrentar los desafíos que viven a diario. Bajo esta premisa, el proyecto «Comunidades en Acción: Tejiendo redes de protección», una iniciativa de UNICEF implementada por la Fundación Lunita Lunera, desarrolla talleres participativos con adolescencias de entre 12 a 17 años para fortalecer su capacidad de identificar todo tipo de violencias, cuestionar estereotipos de género y construir redes comunitarias de protección.
Estos espacios seguros se han convertido en lugares de encuentro donde las adolescencias comparten sus experiencias y aprenden juntas. «Me siento bien porque es un grupo en el cual todos nos apoyamos, reímos, gozamos», comparte Eneri Bautista (17), una de las participantes. Su testimonio refleja el ambiente de confianza que se genera en estos talleres, donde cada voz es escuchada y valorada.
El trabajo se centra en abordar situaciones concretas que afectan a los y las jóvenes en su vida cotidiana. A través de dinámicas participativas, analizan cómo reconocer diferentes formas de violencia, reflexionan sobre los estereotipos que limitan su desarrollo y exploran formas de participar activamente en sus comunidades. Este proceso les permite no solo conocer sus derechos, sino también desarrollar habilidades para ejercerlos.
Taylor Estévez, de 15 años y participante del taller, comparte su experiencia: «Una de las cosas que me gusta es que uno es como más abierto, tiene diferentes puntos de vista, es más sociable, tiene más amigos. Hemos aprendido sobre los derechos, sobre la sexualidad, que para tener relaciones hay que saber cuidarse, y muchas cosas más». Su testimonio muestra cómo estos espacios no solo educan, sino que transforman las relaciones y perspectivas de los jóvenes.
Lo más valioso de esta iniciativa es cómo logra conectar el conocimiento sobre los derechos con la vida diaria. No se trata solo de conceptos abstractos, sino de herramientas que los jóvenes pueden usar para protegerse, apoyarse mutuamente y transformar sus entornos. Cuando varios participantes de un mismo barrio o escuela asisten a los talleres, comienzan a tejer redes de apoyo que continúan fuera de los espacios formativos.
El proyecto demuestra que promover los derechos de la adolescencia va más allá de reconocerlos formalmente. Requiere crear condiciones reales para que los ejerzan, en ambientes donde se sientan seguros, valorados y acompañados. Así, lo que comienza como un taller se convierte en semilla de cambio, cultivando comunidades más protectoras e inclusivas para las generaciones jóvenes.