Salud mental y resistencia: el desafío de las personas en movilidad humana en Ecuador
Por: Claudia Ávila
“Mis venas no terminan en mí, sino en la sangre unánime de los que luchan por la vida, el amor, las cosas, el paisaje y el pan, la poesía de todos.”
– Roque Dalton
Nos desplazamos por distintas razones. En busca de nuevas oportunidades, para cumplir objetivos de vida o huir de situaciones de violencia, pobreza, desastres naturales y conflictos armados. La movilidad humana significa cargar una maleta con sueños, anhelos, recuerdos, familias y luchas.
El fenómeno de la movilidad humana es una realidad que atraviesan millones de personas alrededor del mundo y que trae consigo desafíos y necesidades que deben ser atendidas con urgencia. Una de ellas, definitivamente, es el acceso a la salud integral. Durante el proceso del tránsito y adaptación a un nuevo lugar, las condiciones pueden determinar el aparecimiento de enfermedades y patologías que requieren atención oportuna. Sin embargo, a pesar de ser una prioridad, la salud mental de las personas migrantes y refugiadas es una necesidad muchas veces invisibilizada.
La atención psicológica en personas migrantes y refugiadas es fundamental, no solo como una respuesta a las consecuencias emocionales, físicas y psicológicas del desplazamiento, si no como una vía para garantizar una verdadera inclusión y recuperación ante las consecuencias de los procesos migratorios. En 2023, en Ecuador se reportó el ingreso de 76,000 personas refugiadas reconocidas y más de 800,000 personas migrantes. Esto refleja la dura realidad de miles de personas provenientes especialmente de Colombia y Venezuela. Además, es una puerta abierta a comprender que sus necesidades en salud mental deben ser tomadas en serio.
Según el Estudio Nacional sobre las afectaciones psicosociales y el estado de salud mental de la población en movilidad humana en Ecuador, realizado por World Vision, el 74% de las personas en situación de movilidad humana que participaron de esta investigación, afirmaron sufrir algún tipo de alteración en su salud mental.
Entre las afectaciones más comunes se destaca el estrés, la ansiedad y la depresión. Sin embargo, las cifras se vuelven más alarmantes debido a que solo el 19% de estas personas ha recibido algún tipo de atención profesional ante las patologías psicosociales identificadas. La necesidad de atender ante preocupaciones y garantizar el acceso equitativo a servicios de salud mental es cada vez más urgente.
¿Qué hay más allá de la salud mental?
La falta de acceso a servicios de salud mental, sumada a barreras estructurales, sociales y culturales, se convierte en una forma de exclusión que refuerza las desigualdades. Ecuador es un país que está atravesado por desempleo, inseguridad, problemáticas financieras, barreras en el acceso a servicios de salud y educación, abuso, trauma y aislamiento. Esto provoca el incremento de trastornos mentales en personas las personas.
Frente a todas estas condiciones que exponen a las personas en movilidad humana a contextos hostiles, luchar no solo por sobrevivir, sino por un acceso a salud mental, es un acto de resistencia. Este reconocimiento es esencial para desarticular las dinámicas que perpetúan la marginalización de estas poblaciones. La salud mental adecuada no solo facilita la integración en términos económicos y sociales, sino que es un aspecto importante para resistir la violencia estructural, la xenofobia y las políticas que buscan deshumanizar a las personas migrantes. Para la población venezolana y colombiana en Ecuador, la resiliencia no solo se traduce en superar los traumas del tránsito, sino en crear espacios de lucha política donde sus voces sean escuchadas y sus experiencias reconocidas.
Es crucial entender que la lucha por el bienestar emocional es también una lucha política. Los sistemas que limitan el acceso a derechos básicos, como la salud física y emocional, reproducen las mismas estructuras de poder que generan las crisis que obligan a las personas a desplazarse. Al politizar la salud mental, se reconoce que las experiencias individuales de las personas en movilidad forman parte de un entramado más amplio de desigualdades globales que demandan respuestas colectivas.
En este sentido, desde la Fundación Lunita Lunera trabajamos en la gestión de espacios seguros que acompañen los procesos y promover la integración de las personas en movilidad humana. Además, buscamos entregar una mano amiga que, desde un enfoque de género, de derechos humanos e intercultural, podamos fortalecer la capacidad de resistencia de estas personas en sus nuevas comunidades. Reconocemos, además, la urgencia en atender la salud mental de las poblaciones que viven distintas vulnerabilidades, especialmente la económica, antes de que las consecuencias sean irreversibles.
“El verdadero poder está en el pueblo”
Este contenido se realiza en el marco del proyecto ECHO – ASTRAL ejecutado por la Fululu junto al IRC en Ecuador.
Bibliografía: